La pintura de manchas y la retina
En cada obra de arte hay un desafío a los sentidos. Una pintura es un reto perceptual, un objeto material dirigido al sistema visual humano para que éste lo resuelva. El cerebro tiene reglas para ver el mundo y el pintor necesita explorar y descubrir cuáles son esas reglas con el objeto de engañarlo. Los maestros de la pintura han hecho así ingeniería inversa del sistema visual para resolver el problema de representar la realidad no tanto como es sino como la vemos. Son auténticos exploradores del cerebro.

La Gloria de Tiziano muestra la fenomenal intuición de los mecanismos cerebrales que procesan las formas, el espacio y el movimiento con el objetivo de crear mundos verosímiles. Como gran parte de la pintura religiosa, la visión del césar Carlos es un ejemplo de realismo mágico donde lo real convive con lo físicamente imposible. Manchas que persuaden a nuestros sentidos de la naturalidad de lo sobrenatural.
La pintura de manchas de Tiziano es al movimiento, lo que la perspectiva al espacio. La Gloria es un ejemplo magnífico de la pintura como ingeniería inversa de la visión, es decir, de cómo plasmar sobre un lienzo los elementos para reconstruir una realidad que no existe, que no está ahí, pero que parece que sí lo está. Y esto es posible porque se de manera intuitiva Tiziano opera con las reglas con las que el cerebro mira el mundo, y se lo devuelve en un fenomenal y convincente engaño formado por pigmentos mezclados y superpuestos. Nadie frente a La Gloria es capaz de evitar ver lo que ve, personajes suspendidos, unos detrás de otros, un movimiento ascendente, unos rayos que iluminan, un fondo infinito… aunque nada de eso esté ahí y nosotros lo sepamos. Como en otras obras, vemos y oímos descripciones que aluden a los personajes que “están detrás”, a la luz “que viene del fondo”, a tal personaje que “se acerca a nosotros”…, cuando todo ello es en realidad una ilusión, por mucho que no nos podamos sustraer a ella y que la aceptamos con naturalidad. Nada de esto es real, espacio y movimiento se dan en un plano estático.
La vida en una tela: la “pintura de manchas” de Tiziano
“…en las manchas distantes que son verdad en él, no semejantes” Quevedo
Asociado con Giorgione (1477-1510), Tiziano promueve la revolución del color, el colorito, caracterizando para siempre a la pintura veneciana. Utilizando el color para hacer nacer la forma de las combinaciones de color e introduciendo la llamada pintura de manchas, Tiziano cambió la manera de pintar. Es la pintura considerada descuidada por usar pinceladas sueltas y perfiles y detalles poco definidos, la cual no se puede ver de cerca. El Greco y Navarrete “el mudo” traen esta manera de pintar a España, y es Rubens quien rescata los «borrones de Tiziano» y quien influye en que los incorpore a su pintura Velázquez.
No es cómo son son las cosas, sino cómo las percibimos
“que parece se ve como ello fue” Padre Sigüenza sobre el Martirio de San Lorenzo de Tiziano
Los artistas del siglo XV y hasta el XVI estaban empeñados en representar la realidad, la identidad absoluta entre el objeto y su representación, entre la física del objeto y el lienzo. Fue Leonardo quien inició y estudió este cambio descubriendo que el espíritu, el alma de la representación no está en el objeto, sino en cómo éste es percibido. El cuadro no representa la superficie de las cosas sino nuestra experiencia de ellas cuando las vemos a distancia. La introducción de la perspectiva tuvo también una intención parecida al acomodar el espacio a su proyección sobre el ojo humano. En ambos casos se trata de inducir mediante la pintura la experiencia de la realidad y no replicar la realidad. Se pasa de la copia a la creación, de la física a la fisiología. La discusión estética en el siglo XVI era si el color debía seguir al dibujo como en la escuela florentina o romana, con Miguel Ángel como exponente mayor, o si aquel debía tener entidad y significado propios como en las obras de Tiziano y los pintores venecianos. Una disputa que tuvo también mucho de rivalidad profesional . Su formulación filosófica sería la confrontación entre la racionalidad y los sentidos: ¿hasta dónde conceder la realidad a nuestra manera de verla?, ¿hasta dónde de ceder lo ideal a lo real?
Tiziano van un paso más allá en el tratamiento de los contornos que ya habían hecho pintores como Leonardo con el sfumatto o Correggio con sus delicadas transiciones de color. Al principio Tiziano simplemente los deshace, convirtiendo la obra en un reto perceptual aún más fuerte. Rompe el dibujo de manera que la forma surja de la propia materia pictórica. Dice Hochmann (2018) el dibujo es una indicación que el color desborda siempre, la diferencia con Leonardo o del Sarto no es no dibujar, sino no respetar la línea de contorno. Y no es colorear el dibujo detallado, sino dibujar coloreando a partir de un esbozo. Se sitúa hacia los años 40 del siglo, y tras su paso por Roma en el 45, el radical cambio de la pintura de Tiziano hacia la “pincelada moderna”, hacia su propia forma de pintar: “el sentido del color ha dominado el estilo de Tiziano a lo largo de toda su vida, pero ningún otro pintor ha recorrido un camino tan largo y sinuoso en la misma dirección” (Panofsky p 37). Parece contraintuitivo pero se trata de ¡ pintar borroso y con imprecisión para pintar bien !
Giorgione empieza a poner de relieve el gesto del pintor, el paint brushstroke. Giorgione no da aún relieve, como hará Tiziano, pero deja marcas de pincel. Lo que descubre Giorgione es que la pincelada interrumpida impacta en el efecto los bordes. En Tiziano, la identificación de los bordes y límites de los objetos visuales se hace más difícil, la ambigüedad de su posición es ya completa y es el observador el que debe resolver el problema perceptual de localizar las formas y las superficies. Leonardo exploró el sfumatto para diluir los bordes y hacerlos ambiguos, pero permaneció aún anclado al respeto por la física de los objetos, buscaba en la identidad entre su pintura y el cristal de un espejo que reflejara a la modelo (Gombrich, p 48). Pero en Tiziano, ni siquiera las superficies poseen una estructura cierta, las carnaciones pueden tener veladuras grises, azuladas, anaranjada… nada que ver con la constancia física del objeto, sino que todo que ver con las ambiguas irisaciones de luz que son reflejadas sobre nuestro sistema visual dependiendo de la iluminación ambiental. Los objetos son constantes, pero su apariencia no lo es. La obra pictórica se convierte se convierte así en un reto perceptual análogo al que tenemos frente a la realidad cotidiana en la que tenemos que seguir objetos cuando éstos están en permanente cambio.
La base neurológica de la técnica de Tiziano es el procesamiento del movimiento por el cerebro. En breve, el sistema visual computa el. movimiento a partir de los cambios de posición. Romper los contornos y hacer de una pincelada un dominio espacial incierto provoca la dificultad para la asignación de la posición y ello induce la ilusión de inestabilidad. Se trata de un reto para lo que se llama visión periférica, que es la visión de los bastones y con la que calculamos la posición el espacio y el movimiento. Los bastones necesitan contrastes lumínicos para detectar posiciones. La imprecisión impide el cálculo preciso de la posición y algo que no tiene una posición clara nuestro cerebro lo interpreta como inestable (puede estar en un sitio o en el de al lado).
Los fotorreceptores de la retina transforman la luz en impulsos nerviosos, el único lenguaje que entiende el sistema nervioso. Se trata de unos 120 millones de neuronas especializadas en la detección de cambios de luz visible, que no es otra cosa que la luz del sol, una estrecha banda del espectro de radiación electromagnética visible, que va de 400 a 700 nm de longitud de onda. Los humanos tenemos en la retina dos tipos de fotorreceptores, conos y bastones. Los conos están concentrados en la fóvea, una pequeña región localizada en el centro de la retina que representa no más del 2% de su superficie, estando el resto de la retina, la retina periférica, poblada por los bastones (la fóvea está en la mácula lútea, de ahí los efectos de la degeneración macular). Los conos detectan diferentes longitudes de onda y proveen una alta resolución, mientras que los bastones no distinguen colores y su información es de baja resolución, aunque como veremos, proveen buena información dinámica. Aunque suene contraintuitivo, la consecuencia de la distribución de los conos y los bastones en la retina es que cuando miramos una escena visual, en realidad, vemos sólo el 2% de la imagen en colores y con alta resolución. El resto, la mayor parte de ella, es vista con poca definición y poca o nula discriminación espectral, es vista en una escala de grises (de noche todos los gatos son pardos).
Si el cerebro interpreta un cambio de posición como movimiento, ¿qué interpretará el cerebro cuando un objeto no tiene una posición bien definida? Pues la respuesta es que para el cerebro no tener una posición fija es equivalente a ser inestable, a no ser estático. En otras palabras, la ambigüedad induce la ilusión del movimiento. De ahí que desenfocar y reducir la resolución, “mover” la pintura como en una fotografía movida, consigue generar inestabilidad. Esta es la base de la revolución iniciada en la Venecia de 1500. Esta es la base de la “pintura de manchas” en la que los bordes se disuelven como en la vida real. En el mundo real, más allá de que no hay líneas como decía Leonardo, nada es completamente estático. La vitalidad del mundo real viene dada por la ambigüedad de los contornos y por nuestra propia inestabilidad, es imposible estar completamente estático, simplemente nuestra respiración, el parpadeo, el tono muscular hacen imposible que podamos ver el mundo completamente inmóvil. La ambigüedad es un reto a los sentidos. La ambigüedad es siempre un recurso artístico porque pone a prueba la capacidad de los sentidos para inmovilizar un mundo en constante cambio, fuerza su capacidad de identificar los eventos que nos rodean y que son externos a nosotros, porque el cerebro necesita saber qué pasa en el mundo exterior (y si tiene dudas, se lo inventa con lo que sea más probable que pueda pasar en ese mundo).
En resumen, más allá de su grandeza artística y su enorme creatividad, Tiziano se comportó como un agudo explorador del cerebro. Como otros grandes de la pintura, fue capaz de hacer lo que llamaríamos ingeniería inversa del sistema visual, por la que identificó mecanismos fundamentales de la percepción humana y con ello resolvió problemas fundamentales de representación. Tiziano introdujo una enorme revolución en la pintura en la que, apoyándose en la construcción de la forma a partir del color, logra simular la visión natural en la que una gran parte de la retina detecta la imagen con baja resolución. Logra desenfocar metódicamente los objetos y desdibujar sus bordes de manera que la imagen imite la visión periférica de la retina. Se trata de un paso fundamental para lograr la ilusión de la realidad pintando las cosas tal y como las vemos en el mundo natural y no como son en un mundo ideal sin un observador. No se escapa que se trata también de un giro ideológico que se aleja del neoplatonismo que dominó la pintura del Quattrocento y que se mueve en el cambio de siglo a la representación natural, capaz de transmitir las emociones cercanas al observador. Hay que ser un gran maestro para intuir la potencia de estos efectos y además consolidarlos en una técnica reproducible, en un gesto artístico repetible y perdurable. Esta capacidad de inducir la percepción de lo pintado es un misterio que reside en el talento de los grandes artistas.
Alegra Magna, Valladolid y Museo del Prado Madrid, Mayo de 2024